En nuestro mundo actual el sistema capitalista dicta que lo importante es el dinero. Todo lo demás se supedita al mismo. De ese modo la ética queda a un lado y las personas se convierten en mercancías. El robo de bebés se convierte en un lucrativo negocio en el que algunos deciden especializarse para saciar la de manda de las clases más pudientes. Cuando el mercado oficial, en forma de dictadura, deja de suministrar el producto, es el mercado negro quien asume dicha labor.